

Durante la semana pasada, se llevó a cabo la última reunión de política monetaria de la FED del 2008, en la que el comité de política monetaria tomó una decisión sin precedentes: recortó su tasa de referencia en 75pb y la llevó a un rango mínimo récord comprendido entre 0% y 0.25%.
Las implicaciones que tiene esta medida son múltiples y pueden complicar el margen de maniobra que tendrá la FED de ahora en adelante. Vale la pena recordar qué es la famosa tasa de referencia. También llamada tasa de los fondos federales, es aquella tasa a la que las instituciones depositarias se prestan entre sí, es decir, es una tasa interbancaria. Esto significa entonces que, de acuerdo con lo determinado por la FED el martes pasado, el costo de que el Banco A le preste al Banco B oscila entre 0% y 0.25%, es decir, prácticamente gratis. Ello debería en cierta manera facilitar entonces el flujo entre los bancos y proveer mayor acceso a la liquidez, en condiciones normales, claro está.
Sin embargo, no es un secreto para nadie que no nos encontramos en condiciones normales. En efecto, el entorno actual constituye un ejemplo casi perfecto de lo que la teoría económica denomina trampa de la liquidez. Este fenómeno se produce cuando los agentes económicos dejan de reaccionar ante los cambios de la tasa de interés porque esta ya está en niveles sumamente bajos. Esto se produjo hace algunos años en Japón, cuyo banco central mantuvo las tasas en niveles nulos por cinco años aproximadamente. En otras palabras, el recorte en las tasas de interés que llevó a cabo la FED el pasado martes pudiera no tener ningún efecto en el mercado de dinero e incluso no ocasionar mayores accesos a la liquidez. Esto es perfectamente posible debido a que en las condiciones restringidas en las que se encuentra el mercado en estos momentos, los agentes tienen una alta preferencia por la liquidez y los activos seguros, por lo que están renuentes a prestar dinero. He ahí un primer problema.
El segundo problema al que ahora se está arriesgando a enfrentarse la FED es el de la deflación. Recordemos que la política monetaria estadounidense tiene doble objetivo: estimular el crecimiento y mantener los precios estables. En este sentido, se supone que la política monetaria se establece en función del estado de estas dos variables. En un caso de alto crecimiento e inflación elevada, las tasas de interés tenderían a subir. En el caso contrario, las tasas bajarían. Ahora bien, si se produce un problema de deflación, es decir, caídas en los precios, el banco central debería aumentar la oferta monetaria para proveer liquidez y de esta manera generar inflación, a fin de evitar la destrucción de valor de las empresas que ocasiona la deflación.
Entonces, ¿cuál sería el problema en este caso? Los últimos dos datos de inflación a los consumidores han salido negativos. Es decir, los precios en Estados Unidos han estado cayendo durante dos meses consecutivos, en términos mensuales. En efecto, la inflación anual pasó de 3.7% en octubre a 1% en noviembre. Si esta situación se prolonga en los próximos meses, la inflación anual no tardará en volverse negativa y entonces convertirse en deflación, lo cual ensombrecería en mayor medida al panorama económico estadounidense. En este sentido, la decisión correcta debería ser bajar las tasas de interés. Y he ahí nuestro segundo problema: la tasa de interés ya casi no existe. Es decir que, si se produce deflación en Estados Unidos, la FED no cuenta técnicamente con instrumentos de política monetaria para revertir este comportamiento y por lo tanto pudiera producirse algo aún más tragico: una depresión económica, que se define como una recesión con inflación, debido a la caída de la demanda agregada y por tanto la pérdida de valor en las empresas.
Entonces, ¿qué puede hacer la FED ahora? Afortunadamente cuenta con otros instrumentos de política monetaria, que ya se comprometió a poner en marcha en su último comunicado. Entre ellos se destacan las operaciones de mercado abierto, las numerosas subastas que ha creado durante el año pasado y este que está por terminar (la TAF, la TSLF, CPFF, etc...), así como otros instrumentos que está en proceso de crear.
El panorama se ve sin duda, bastante negativo. Sin embargo, éste pudiera mejorar significativamente si se lleva a cabo el plan anunciado por el presidente electo Barack Obama, quien anunció hace un par de semanas un plan de inversión en infraestructura, al mejor estilo keynesiano, tal como lo hizo Franklin D. Roosevelt en los años de la Gran Depresión de la década de los 30. Sin embargo, aún no conocemos el monto de dicho plan ni mayores especificaciones como para especular qué tan efectivo pudiera ser. Esperaremos entonces a que inicie la administración Obama para ver si la salida de esta crisis, en base a su plan de emergencia, será rápida o se tardará más de lo previsto por muchos. Mientras tanto el resto del mundo seguirá igualmente bajando tasas y los gobiernos «regalando dinero» para restaurar la confianza de los agentes económicos.
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